LA MINA, en Nemocón / Cundinamarca

El camino de la sal...


domingo, 23 de marzo de 2008

El lugar sobre el cual quiero contar, no es el más nuevo o desconocido para los Colombianos; sin embargo, sí es aquel que sabemos que existe, que ahí está, especialmente porque las señales en carretera nos lo indican, que recordamos, porque una vez, “hasta allí llegaba el tren de la sabana, el del paseo dominguero”, pero lo que más recordamos, porque somos Colombianos y a los Colombianos nos gusta el ruido, la algarabía, si, aquella algarabía… “allí nos recibían con banda...” ¿Que pasó? el tren no volvió más ni los turistas, ni el paseo de olla, ni el bullicio de los visitantes, sumado al hecho que hoy no lo consideramos como un sitio con algo especial o que simplemente confundimos y generalizamos, porque ya conocemos la Catedral de sal, “Primera maravilla de Colombia” y… una vez vista una mina, ¡vistas todas...!

Cuando el adelantado Don Gonzalo Jiménez de Quesada partió el 6 de abril de 1536 desde la ciudad de Santa Marta, en busca de los ignotos manantiales del Río Grande de La Magdalena, no imaginó, que tras meses de penurias, tierra adentro, encontraría en una población llamada La Tora (hoy Barrancabermeja), un mercado donde, además de mantas, se intercambiaba una sal compacta, diferente a la marina, hecho que definiría la conquista y fundación de nuestra Capital. Es así como Jiménez de Quesada abandona su inicial empresa, continua su viaje por la cordillera adentrándose a los territorios de los Muiscas, atravesando entre otras poblaciones: Moniquirá, Tinjacá, Lenguazaque, Cucunubá, Suesca y por fin NEMOCÓN…

Si, NEMOCÓN, que en lengua Chibcha, la de nuestros antepasados significa “Lamento de guerrero”, y donde la sal reposa cristalizada bajo tierra desde hace aproximadamente 200 millones de años, el período cretácico, porque a nadie le hemos contado que antes que fuéramos Colombia con sus 3 cordilleras, nuestro altiplano era mar, por esta razón no se entiende porque tan lejos del mismo, en el corazón de los Andes, tenemos sal.

Retomando la historia del comercio de la sal en el territorio Colombiano, este apreciado producto tenía un gran valor en los mercados y los Muiscas la extraían llenando sus vasijas de barro, llamadas Gachas, con el agua sal que brota habiendo diluido el preciado elemento, esta era cocinada hasta que por efectos de la evaporación se obtenía sal, convertida en panes y trasportada e intercambiada a lo largo de la cordillera.

Este rudimentario sistema a cielo abierto, siguió siendo utilizado por los españoles durante los siguientes 200 años, hasta la llegada del sabio Alexander von Humboldt quien visita la zona productora de Zipaquirá, Nemocón y Sesquilé en el año de 1.801, recomendando “que la explotación se efectúe por medio de galerías, como se hace en Europa, ya que las minas dedicadas a la explotación de sal gema no requieren de galerías apuntadas con madera, lo que las haría más costosas…” fue entonces cuando se comienza a extraer la sal a gran escala.

Pero hablemos del Nemocón de hoy, siglo XXI, este rincón de mi Colombia, donde está localizada LA MINA, ese lugar mágico que se encuentra bajo tierra, que dejó de ser explotado y de donde seguramente nuestras anteriores generaciones consumieron aproximadamente 9 millones de toneladas de sal, hasta el año de 1968, cuando una inundación en el nivel de Santa Isabel obliga a su cierre; sin embargo, posteriormente fue acondicionada y abierta al público el 8 de enero del 2005.

Entonces, ¿cómo es LA MINA?

Inicio del ingreso:

Se construyeron túneles sostenidos por las llamadas puertas alemanas, de 3 metros de altura, las cuales son el soporte de la montaña, que dieron inicio a la excavación y de allí, vamos descendiendo hasta una profundidad de 60 metros para llegar a la cámara de recibo, e ingresar al nivel de explotación conocido como Santa Bárbara, donde nos espera la sorprendente belleza de los espejos de agua, formados por los pozos utilizados para la saturación de la salmuera. Nuestro recorrido, sigue dentro del interior de la montaña a través de sus pilares y socavones de aproximadamente 8 metros de altura, sistema adoptado para la explotación de LA MINA, la capilla de la patrona de los mineros, construida en 1946 en honor de la Virgen del Carmen, la cual desde una gran esfera de sal ha contemplado a través de los años, a los devotos, los pecadores, los pocos que con fe o sin ella visitan de cuando en cuando ésta, su casa. Sin perderse la fantasía de un mundo subterráneo, llegamos por entre los grandes socavones en el silencio en estas profundidades, a la majestuosa cascada de sal natural, formada por filtraciones de agua dulce que recorren las paredes y se recristalizan en la superficie, creando figuras que florecen dentro de la madre tierra.

Desde el año de 1.960 el palpitar de LA MINA es muy fuerte y este palpitar está representado, ni más ni menos, que en un gran corazón, tallado en 1.600 kilos de cristal de sal; seguimos explorando este mundo interno y en nuestro andar la naturaleza nos deslumbra con su perfecto diseño de figuras que asemejan raíces enmarañadas en un mundo mágico; son las formaciones de estalactitas de sal, con medidas de más de un metro, que nos relatan la longevidad de sus vidas, más de 100 años en que las filtraciones de gotas de sal, acariciadas por las corrientes de aire interior que las van retorciendo semejando a los brazos de los árboles que en la superficie se mecen a merced del viento. Después de extasiarnos con este bello panorama, sigue el recorrido por los cristalinos espejos y pozos de salmuera los que nos van conduciendo a las galerías de salida, no sin antes enterarnos, que aun más abajo, en un nivel inferior de explotación, existe un lago interno, un lago de salmuera, que dada su saturación sería fácil de navegar y que para quienes tienen sus sueños allí en el corazón de la montaña y sus esperanzas en los muchos visitantes que han de llegar, sería otro de los novedosos atractivos para ofrecer, un proyecto que actualmente se encuentra en estudio para que usted vaya a ese lugar, tan cerca de Bogotá, del que yo me enamoré y sobre el cual quise contarles una historia para que usted también lo haga.

Pruebe a dejarse llevar por la fantasía de un lugar como éste. Seguramente, Paola, Duván, Carmen, Yohana y Sandra quienes serán sus anfitriones, le podrán contar muchas otras historias de LA MINA, de los lugares aledaños, de su gente, así como yo los he escuchado y de quienes he aprendido para poderles contar hoy de este lugar de MI COLOMBIA.